Rezar, es un acto de humildad y de amor; hacia uno mismo y toda la humanidad.
La oración nos acerca a esas personas por las cuales estamos orando. Nos acerca espiritualmente.
Con la oración, la distancias desaparecen.
Cuando oramos desde el corazón, sentimos empatía hacia quienes son el objeto de nuestra oración. Y nos unimos a su dolor, como también a su alegría.
No hace falta conocer a esa persona ni tocarla, cuando oramos; pero sí, tener abierta nuestra mente y nuestra alma, para poder imaginar lo que está viviendo. Imaginar, y experimentar una inmensa misericordia hacia su necesidad o dolor.
Cuando rezamos por otros, estamos amándolos; y enviándoles una energía poderosa, que sin duda les llegará; y la percibirían como "alivio" o "sanación".
El amor es la medicina para todos los males. El amor sana y resucita.
Las plegarias por los demás, nos enriquecen y nos transforman en personas alegres y generosas.
Orar, atrae un sin fin de emociones y cosas lindas a nuestra vida. Orar nos ayuda a comprender y a perdonar; haciendo más posible una reconciliación. Orar también nos da la capacidad para que podamos aceptar, aquello que no se puede cambiar; por ejemplo: la decisión de los demás.
Orar nos permite ver mejor, y en consecuencia; adquirir un mayor conocimiento sobre las personas y la misma realidad. Somos más sabios cuando oramos.
Cuando reza una persona sola, la oración es igualmente efectiva y poderosa; que si son dos o más. Pero también es lindo rezar en comunidad, con otras personas; porque entonces nuestra oración, tendría una melodía y un eco único, que nos haría sentir en ese mismo instante, nuestras alas agitándose sobre la espalda.
Existen muchas maneras de rezar, cada uno debe hacer la que sienta. Pero en éstas formas, reside la misma clave: Orar con Fe. Orar con el convencimiento de que nuestra oración producirá sus frutos. Orar sabiendo que sucederá lo mejor, para ese ser en cuestión, aunque lo que ocurra sea diferente a lo que él/la cree que necesita. Orar poniendo la confianza en nuestro Creador, aquel Ser Superior para el cual, todo es posible. Orar visualizando un éxito en un examen, una recuperación en la salud, el hogar con el que sueñan, el bebé que esperan... Orar sintiendo cada una de las palabras que emplearemos en dicha oración. Orar con conciencia. Orar y permitirle a nuestra oración que vague libre por el firmamento. Orar y hacer silencio. Orar y soltar. Orar y seguir adelante con nuestra vida.
La oración nos induce a un estado de meditación, antes durante o después de hacerla. Es muy importante permitirnos atravesar ese estado, contemplarlo en silencio o con otras oraciones o cánticos que nos inspiren.
Rezo con la naturaleza, porque la perfección de Dios se manifiesta también en ella. Rezo con el cielo gris y pido... Y con el cielo celeste, agradezco... Rezo frente al mar y con los pies sobre la tierra. Rezo con los colores: el blanco es la paz, el verde la esperanza, el rojo es el amor, el naranja la alegría, el amarillo la intuición; el azul, la profundidad del alma...
Rezo con mi guitarra, cantando una canción. O con mi pianica (melódica), entonando una melodía.
Rezo por la calle, en el ascensor, cuando hago las compras, en el trabajo, cuando conduzco mi coche. Rezo, casi todo el tiempo.
Cuando por la noche, mi mente está inquieta pensando en las preocupaciones del día o el mes siguiente; también rezo... le entrego todo a Dios y me quedo dormida.
La oración, con el ejercicio físico también es efectiva. Esto lo aprendí en un Taller de Oración del P. Ignacio Larrañaga. Más adelante, lo practiqué con el yoga. Respirar bien, favorece a la oración; porque relajamos al cuerpo, la mente y al corazón; haciendo que todo él mismo, se convierta en un templo de oración.
Rezo el Rosario de la Virgen María, una fuente inagotable de poder; y la Coronilla de la Divina Misericordia, una fuente inagotable de amor y gracias...
Rezo con mudras (gestos con las manos, ej: las palmas unidas en gesto de oración o bien reposando sobre las piernas, hacia arriba... etc) y mantras (también llamadas por algunos palabras de poder o simplemente consideradas por el resto, como frases que inducen a un estado más profundo de meditación y comunión, al pronunciarlas).
Rezo desde la flor de mil lotos (desde el borde superior de mi cabeza), hasta la punta de mis pies. Resumiendo, rezo con todo mi ser.
Rezo con velas encendidas, también con imágenes para facilitar el encuentro conmigo misma y mi Señor. Quemo incienso. Hago sonar mi campanita. Cierro los ojos y permanezco en silencio, para escuchar su voz...
En mi oración además de pedir, también agradezco. Siempre hay algo para agradecer: un plato de comida, un trabajo, la sonrisa de un niño, la salud de quienes están sanos. Etc.
Orar nos transforma, desde dentro hacia afuera. Con una oración diaria, espontánea, simple y sincera; nos sentiremos en paz y fortalecidos en nuestra paciencia; para poder aceptar la voluntad de Dios (del Universo, del destino o de quien sea) y así fluir sin más, por el río de la vida.
"La Oración, es la manera más invisible, suave, presente y silenciosa; de la cual me valgo, para acercarme a todos y Amarlos..."
Sinda Miranda
1 Ciudadanos del Mundo:
A ver si nos vemos pronto.
Besos, ternura y un abrazo apretadito.
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