Ayer por la noche, recordaba a un jefe que tuve en Argentina. Un jefe con una personalidad muy especial. Que en muchísimas ocasiones me hizo reir y en otras, sentir que me comprendía.
Su nombre: Nelson Cánepa.
Un jefe que admiraba mi poesía y que siempre, siempre me alentaba a que siguiera escribiendo.
Un hombre con carita de picarón y de travieso, con una oficina llena de papeles y sus escritos sin ninguna falta de ortografía.
Me sentía a gusto en su espacio laboral, quizás porque yo también tengo el mío lleno de papeles y me preocupo de no tener errores ortográficos. Aunque algunos se me pasan, pero eso se le perdona a los escritores, a los que tienen por vocación traducir sus fantasías como sus sentimientos, en palabras con o sin rima. En palabras al fin.
Y hablando por teléfono con mi madre (que está en Argentina), se lo puse de ejemplo.
"Mami, vos sabés que yo tenía un jefe, que cuando me veía nerviosa, angustiada, preocupada, acelerada... me decía siempre NO TE CALENTES... NO TE CALENTES..."
"Y cuando vos le preguntabas a él, como se sentía... siempre respondía lo mismo ES CELESTE.." (que traducido en un lenguaje comprensible para todos, sería EXCELENTE).
Luego agregué... celeste como el cielo, celeste como el manto de la virgen...
Y a ella, esa comparación, le encantó. Porque mi madre es católica, y aunque no lo fuera... siempre se alegra y se llena de vida, cuando contempla un cielo celeste.
Sinda
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